lunes, 19 de octubre de 2009

¡En la lucha!






¡En la lucha!

Mecánica[1] de las fotos de 15


Giselle Vanessa Victoria Gómez

Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello

I. CARIDAD

Caridad[2] no tuvo fiesta de Quince. Sus padres no tenían recursos financieros para hacerle la fiesta, pero la llevaron al estudio Moré y le hicieron dos fotos. Éramos pobres, me dijo, el salario de mi papá alcanzaba malamente para comer y mamá a veces podía hacer algunas costuritas, lavaba y planchaba por encargo… yo, la verdad, no aspiraba a la fiesta. Ese día me compraron un cake y me hicieron las fotos. La nieta de Caridad cumple quince años dentro de tres meses y la economía del hogar no es mucho mejor que la de 43 años atrás. Me ha comentado que los precios de la celebración (in crescendo) no son tan angustiantes, como el hecho de no poder reunir el dinero a tiempo: estamos ahorrando hace un montón de años con mucho sacrificio para las fotos y el video de la niñaa veces hemos tenido que sacar del dinerito, imagínate, para comprarle los zapatos de la escuela, comida… la vida está muy cara,… mi nuera es muy luchadora, trabaja cantidad, y mi pensión no alcanza pa´ na´… Mi hijo se ha metido a mecaniquero y mecaniqueando busca sus pesitos. Vamos a ver… [Victoria, G., a., 2008]

II. INTRODUCCIÓN

No sólo los ininterrumpidos pitidos de la bocina de un Chevrolet (o de los modernos Panataxis) advierten la popularidad de la celebración de los quince años de una adolescente en Cuba. Por una parte, las fotos, el video y toda la parafernalia dispuesta para el evento; el alboroto de las familias y amigos; los comentarios de los vecinos; etc.; y, por otra, las críticas acumuladas en la prensa y revistas de publicación masiva (Bohemia, Mujeres y Somos Jóvenes), han (re)armado el boom del fenómeno quinceañeras.

Algunos investigadores aseguran que en México, como en otros países de Hispanoamérica, la costumbre de este festejo encuentra su origen en las culturas indígenas; sin embargo, las fuentes orales cubanas suponen la introducción de la práctica por parte de los españoles. Cuentan que, en la época del dominio hispano sobre la isla (Cuba, colonia), las familias poderosas (españolas y criollas) residentes en Cuba acostumbraban a celebrar los quince años de la joven descendiente, con una gran fiesta, para presentarla a las demás familias de la “alta” sociedad. Rito que simbolizaría la iniciación de la joven en la edad adulta, al recibir una serie de “responsabilidades” y “libertades” que antes le habían sido privadas socialmente. Esta fiesta constituía el preámbulo necesario para (garantizar) el futuro matrimonio de la chica; el baile, las tertulias y los brindis: medios o pretextos para hacerle gala. El festejo devenía evidentemente una manifestación de homenaje y civilidad de la clase adinerada; y, de modo implícito, suponía (haciendo ostensible) la condición socio-económica de la joven[3].

Hilvanada por el cambio y la variabilidad de las condiciones contextuales, la significación de la práctica actual de este festejo radica en las paradojas de los modelos de autorrepresentación de la quinceañera y la familia. Se trata del juego familiar de representación del viejo rito en un incesante proceso de renovación y actualización. Lo curioso es que durante este juego de representadores y representados, la familia proyecta la imagen de un ser y un ambiente deseable: el mundo de sueños de una princesa de Walt Disney y un estado de felicidad alcanzable normalmente con extremo sacrificio. Pues se sabe que esta celebración no es exclusiva del lujo de una alta sociedad, sino que de ella participan de modo activo familias que carecen de los bienes materiales necesarios para el sustento de la vida cotidiana. Y ese día se invierten una buena cantidad de recursos económicos.

La celebración[4] (dígase fiesta, fotos, videos, etc.) le permite a la familia (re)afirmar su posible estatus social, convertida en una especie de moda obligatoria de competencia, de ahí el sentir de muchas madres que desean que su hija no sea menos que nadie, y por otra parte, la persistencia de continuar la tradición, el deseo de que los Quince de la hija sean tan o más bello que el de las madres, abuelas y otras parientes. Así, la tragedia económica es uno de los factores que más preocupa a muchas de las jóvenes entrevistadas: el esfuerzo de los padres al trabajar fuera del horario laboral, pues si el salario del cubano de a pie no alcanza para cubrir las necesidades elementales del hogar, mucho menos puede satisfacer el costo de las fotos o la fiesta.

Partiendo de este mecanismo de representación (convertido frecuentemente en un juego de apariencias), propongo estudiar las relaciones entre la cultura oficial y sus vertientes contrarias, basándome en el análisis interpretativo de una muestra de fotografías de Quince del 2000-2006 de la Ciudad de La Habana. Un análisis desde la semiótica me permitirá indagar y entender algunas expresiones de la juventud y la cultura cubana contemporánea.

Debido a que la celebración de los Quince –en la actualidad- todavía es considerada un rito de paso: la transición de niña a mujer o, más concreto, de la infancia-adolescencia a la juventud, no será necesario conceptualizar a priori la entrada social de la quinceañera a la juventud. Se trata de una tradición cultural bastante enraizada. Con todo, el término juventud se explicará más bien como construcción social resultante de la relación entre los polos joven y viejo. Considerada la cultura, de acuerdo con Raymond Williams [Williams, R., 2004], como un proceso social constitutivo que configura modos de vida distintos y específicos, y por tanto, de esencia plural, puede entenderse también, reciclando la teoría de Max Weber y Clifford Geertz [Geertz, C., 2004], como las complejas tramas de significación que el hombre teje alrededor del marco de las relaciones sociales. Además, si asumimos que el individuo es una construcción cultural y que por tanto produce y reproduce culturas, en suma, aceptando que los sujetos producen sus propias historias y que las quinceañeras y sus familias participan de ese complejo sistema de (re)producción: ¿cómo interpretar algunos comportamientos de las culturas juveniles y de la cultura cubana, en su concepto más amplio, a través de las fotos de Quince? ¿Cómo la imagen de la quinceañera adquiere sentido y qué hay más allá de su representación en la fotografía?

Primero, el análisis de las fotos no se teje en la búsqueda de una interpretación del objeto en sí mismo como material informativo o arqueológico. Si la mirada al objeto depende de la indagación de los contenidos que posee per se, adentrando la investigación en el contenido de la cultura, es preciso leerlo también como objeto mediador de la voz de la fotografiada. Por lo que, si en un plano de la interpretación la cultura funciona como emisor, en el otro pasará a la posición del receptor. He ahí un paso importante antes de lanzarnos a analizar las fotos: si a través de ellas la cultura habla, a gritos las quinceañeras exigen ser escuchadas. Baste esta razón para tener en cuenta el testimonio de las muchachas, ya no como complemento, sino como pilar o soporte de la interpretación.

¿Por qué la fotografía? Se sabe que la celebración de este cumpleaños en Cuba generalmente lleva implícita la foto de la homenajeada e, incluso, hay familias que no realizan una fiesta, pero las fotos son consideradas una gestión obligatoria. En dependencia de los presupuestos económicos que se tengan, de los gustos e intereses de la adolescente y su familia, estará designado el lugar para retratar a la joven, el tamaño de las fotos, etc. Más allá de que existen numerosos tipos de fotos que documentan y representan este cumpleaños, son típicas del rito en la actualidad: las tomadas en las Casas de Quince, estudios fotográficos estatales e independientes, exteriores de la ciudad (Habana Vieja, La Puntilla, Malecón, etc.) y las casa-estudios dedicados al fotomontaje.

He seleccionado, no muy caóticamente, algunas de las fotos que considero más significativas (arquetipo) de una muestra mayor. Por el momento, necesariamente, queda aplazado cualquier análisis etnológico que particularice precisiones contextuales y características de los diferentes grupos (a partir de datos como raza, localidad, nivel económico, etc.), para introducir una interpretación fenomenológica que atienda más al significado esencial del fenómeno descrito en las fotografías. Propongo el análisis de las fotos basado en dos temáticas fundamentales: aquellas donde la joven simula ser una dama colonial o princesa de Walt Disney y las que representa la modelo o chica farándula de alguna revista de modas, vanidades, glamour, etc. Una “curaduría” que permita expresar cómo se manifiesta la confrontación entre un tema y el otro, al tiempo que pueda encauzar algunas expresiones de la lucha de lo nuevo y lo viejo, lo moderno y lo tradicional, la juventud y la vejez.

III. ENFRENTAMIENTOS

Cualquiera que haya visto un álbum de fotos de Quince sabe de la variedad de vestuarios, poses y gestos; de la metamorfosis de la quinceañera y de la sensación de estar ojeando imágenes propias del mundo del espectáculo. Imágenes que parecen sacadas de la televisión, de revistas de vanidades, modas... Precisamente tiene, ante sí, visualidad mediática en bruto: la princesa de una historia de hadas, la modelo de una revista glamour, la actriz, la cantante de música Pop, etc.

En las fotos, muchas adolescentes explotan sus habilidades de imitación y actuación al asumir la representación de varios personajes. Cuando la muchacha se (tras)viste de dama colonial o princesa, en honor al rito ofrecido por la tradición oral, generalmente aparece en contextos de paisajes naturales (reales o construidos digitalmente), áreas arquitectónicas de la época colonial (Habana Vieja: Plaza de San Francisco de Asís) o castillos virtuales y, quizás en menos ocasiones, en estudios preparados con sábanas de telas o fondos digitales simples/minimalistas. Estos últimos, al parecer, son más oportunos en el acompañamiento de la chica modelo o la actriz.

En la tendencia de las fotos que manifiestan la representación de las damas coloniales, es posible advertir una serie de signos que conducen a la simbolización de lo viejo y lo moralmente “correcto”. Accesorios estéticos como candelabros y espejos barrocos unidos al vestuario rococó de la chica: trajes, sombrillas y pamelas de encajes, imitación de joyas antiguas y elegantes –chic-, velos, etc., suponen cierta nostalgia por lo viejo, que solo se justifica, de este modo, con la celebración del rito (si bien, aquellas representadas en las Casas de Quince suelen estar contaminadas de una barroquilla-shopping muy actual). Lo cual contrasta considerablemente con la fotografía de la chica modelo. Sobre todo con aquellas donde la quinceañera, casi desnuda, se muestra muy sensual en espacios que resuelven simplificarse sobre ella. Aún cuando existan objetos ya citados en la anterior, distintos o no, con toda intencionalidad adquieren sentidos diferentes. A veces los candelabros son utilizados para justificar la penumbra de una habitación despojada de cualquier elemento decorativo, mientras el cuerpo, la pose y el gesto de la chica apuestan por ganar toda la atención del receptor. Algunos de los rasgos más repetidos de este tipo de fotografía son: los espacios de carácter minimalista, donde prima el color rojo, el negro o el blanco; el fuego; la iluminación de las velas y el uso de escasos accesorios para vestir a la muchacha: telas brillantes y transparentes, pieles de animales (tigre, leopardo, conejo…), plumas de aves, cuerdas (sogas, cadenas de hierro, cintas…), etc.

Por otra parte, si la dama colonial aparece apacible en un paisaje natural -o cualquier otro de los mencionados-, pensativa o con alguna sonrisa tierna; la otra (la modelo o actriz) se viste -o desviste- con diablura, se sensualiza en poses y gestos no menos atrevidos que delicados, al tiempo que utiliza alguna tela, u otro aditamento, para ocultar las partes de su cuerpo que expresan su sexualidad: senos y pelvis.

Precisamente, la sensualidad es una aspiración consciente de la fotografía de Quince, aún cuando su connotación sea distinta en dependencia del tipo de foto. Es probable que el elegante traje de la dama del siglo XIX implique en el imaginario de las quinceañeras el fundamento de los valores morales tradicionales vinculados a la formalidad y la castidad de la mujer[5], traslucida en la serena delicadeza de sobrias poses. Estas fotos suelen ser muy “correctas” ante los ojos que enjuician el erotismo de las otras.

Una muchacha envuelta en las llamas del fuego; una silueta sensual en la penumbra; el predominio del color rojo; la piel del tigre o el simulacro del gesto que personifique su poder depredador, y otros, condensan los clichés más usados para referir la voluptuosidad y el deseo sexual (utilizados frecuentemente por la industria pornográfica). La sensualidad de la muchacha sentada en un jardín con su vestido antiguo en la hierba supone la fragilidad y la serenidad de las flores, y la de la princesa en un castillo sombrío puede ser matizada de misterio y cierta fantasía ingenua; pero la de la chica semidesnuda, también en penumbra, que simula estar atada con una soga, ha sido considerada, incluso a nivel popular, como una sensualidad “agresiva”.

He ahí la pugna entre el simulacro de la imagen de una revista glamour, propia de nuestro siglo, y la visualidad de la tradicional simulación de la dama colonial. Minimalismo vs. barroquismo, postura erótica y “pecaminosa” vs. postura sobria y “correcta” constituyen los opuestos fundamentales de la narración de la lucha entre lo nuevo y lo viejo, resultantes de un análisis denotativo de dos tipos de fotografías que podemos distinguir como modernas y tradicionales. ¿Qué sucede con las expresiones intermedias o la convivencia de estos enfrentamientos en un mismo álbum? ¿Qué significan estos opuestos en las representaciones de la quinceañera?

IV. MEDIAPAISAJES[6]

Si se observan consecutivamente algunas fotos de las quinceañeras-damas coloniales, aquellas en que aparece sentada en un coche de caballo en la Habana Vieja (simulando la imagen de la señora en su carruaje), luego otra en un carro americano (Chevrolet) y otra en un carro más moderno (algún Panataxi, por ejemplo), y se pasa a la chica con saya corta, blusa escotada y pelo suelto en una súper moto copiada de Internet, la mirada habla de tránsito, ritmo y confluencias de las épocas representadas: la quinceañera jugando a ser tradicional y moderna y una nostalgia del pasado coincidiendo con un presente que se transforma en la realidad digital con la imagen de su deseo.

La relación entre lo nuevo y lo viejo no solo se produce en álbumes y fotos distintas. Así como hay fotos donde la representación de la dama colonial está contextualizada en la Habana Vieja, frente a La Catedral o el Convento de San Francisco de Asís, es posible advertir la representación de nuestra época y la colonial al unísono en otras, por ejemplo dentro de las realizadas en Casas de Quince donde la decoración -con objetos de todo tipo, artículos de shopping, etc.- sumada al tipo de construcción de la casa guardan escasa relación con el período de la Colonia en Cuba. Asimismo, Internet[7] y la tecnología digital han propiciado contextualizar a la dama colonial en cualquier parte del mundo. A través del fotomontaje y programas como Photoshop es posible recortar la imagen de la quinceañera de la foto real y trabajarla, pegándola, en otra (re)creada digitalmente.

Sabemos que el paradigma de la dama colonial ha sido tomado de telenovelas cubanas fundamentalmente, pero el comportamiento de lo nuevo en las de la chica moderna se alimenta, en constante proceso de reciclaje, de una variedad mayor, sobre todo, de varios medios visuales de comunicación masiva. Así como Internet y la interacción con la diáspora, el movimiento del turismo e inversionistas extranjeros en Cuba y las salidas del cubano fuera del país (si bien escasas) son propulsores importantes del consumo, (re)creación y (re)construcción visual y cultural del imaginario popular; probablemente sean más influyentes, el uso –prohibido - de la televisión de antena, los videos, algunos programas de espectáculos musicales y películas exhibidos por la televisión cubana y, principalmente, las revistas de vanidades, glamour, etc., importadas en el país (pues aunque en Cuba no se producen este tipo de revistas, su circulación underground es significativa).

La quinceañera, sin proponérselo, representa en unas pocas horas delante de la cámara, algo parecido a lo que la artista estadounidense Cindy Sherman realizó durante algunos años de su carrera, 1975-1982 aproximadamente. La artista, insertada dentro de una corriente de arte feminista, se apropió, reconstruyó y personificó imágenes mediáticas de la mujer y sus estereotipos, a través de series fotográficas donde ella interpreta los distintos personajes. Solo hasta aquí se advierten algunos puntos en común dados básicamente en el qué de la representación. Ahora, la intencionalidad es una de las variables más importante de la diferencia: unas (las quinceañeras) representan sus patrones de gustos y modas, junto a las particularidades mismas de la celebración de los quince años; y la otra (Cindy Sherman), el producto de una reflexión sobre el fenómeno mediático. Así, distintamente avisan el deseo latente de participar del paradigma del consumo: las fotos de las primeras como el resultado del ideario popular dispuesto a transitar en el circuito de la familia, vecinos y amigos, mientras las de la segunda como obras de arte se originan dentro del contexto y para el público de las Artes Visuales.

Lo cierto es que la atracción por la imagen de la mujer mediática en las quinceañeras, puntualmente la iconografía de las modelos de revista y anuncios publicitarios, la actriz y la cantante, es el signo fundamental para analizar su representación desde los estudios de género, más allá de que sea (o no) una fascinación diferente a la manifiesta en Cindy Sherman. Y debido a que la fotografía de Quince se ha convertido en el modo de expresión de esa atracción, cuando la crítica se ha acercado desde un enfoque feminista no ha vacilado en atacar esas posturas de representación. Tal es el caso de la periodista Isabel Moya [Moya, I., 2005] al prever en las fotos eróticas el referente de las revistas pornográficas y el viejo estereotipo de la mujer como objeto sexual.

Y digamos que es cierto. No vale seguir lloviendo sobre mojado. Pero no creo que dicho razonamiento sea exclusivo de este tipo de fotos únicamente, incluso, las otras pueden ser consideradas agraviantes más fuertes de los postulados feministas cuando constituyen un ensayo de la simbolización de la mujer como “la flor”, “muñeca de porcelana”, adorno u objeto bello de la casa. Y si se abre más la Matriuska, es posible indagar en la naturaleza del rito y en la médula de la presentación en sociedad de la mujer de aquella época, como algunas de las manifestaciones alegóricas de una sociedad organizada por los presupuestos cristianos para entender los límites entre un comportamiento “correcto” del “incorrecto”, “lo bueno” de “lo malo”, etc. Y más, el rito de paso y aquella presentación… vinculada al deseo de la familia de encontrar un buen partido/marido para la muchacha, deduce que las aspiraciones supremas (función social y destino) de la mujer de aquella sociedad prácticamente quedaban reducidas, y por tanto subordinadas, a la búsqueda de ese marido “conveniente”.

Quizás sea pertinente preguntarse el porqué de esos referentes de la mujer mediática en las fotografías de las quinceañeras actuales, para comprender cómo se justifica el gusto por los patrones estéticos y los modos de vida prometidos por algunos medios visuales (las revistas importadas, por citar un ejemplo). ¿Por qué la quinceañera simula ser la modelo, la actriz, la cantante y/o la dama colonial en sus fotos? No solo en sus fotos glamour[8] (o eróticas), sino en todas: con certeza nos encontramos ante un evento donde la fantasía y la simulación llevan el cetro. Al simular, frecuentemente, se aproxima al modelo de lo que quiere ser, a sus deseos no satisfechos: necesidades (material o subjetiva) tangibles.

Muchas adolescentes complacen sus deseos de ser bella y famosa el día de sus Quince, incluso existe el precepto de invitar a la fiesta a alguna celebridad popular del mundo del espectáculo en son de ganar prestigio. Y aunque se trata de un evento muy efímero, la celebración de los Quince es considerada por una gran parte de las familias cubanas como un suceso social de elevada relevancia por el que hay que transitar y compartir espléndidamente. Quizás por eso la fotografía es el medio más recurrido para satisfacer las exigencias de las distintas tendencias en la celebración: tanto de los que celebran con una fiesta, como de los que no quieren o no pueden sufragar los gastos de la ceremonia de salón. Pues además de consentir a la quinceañera la posibilidad de ser modelo por un día, el uso de Photoshop y la tecnología digital (con un poco de imaginación) pueden recrear la representación de la chica al lado de su ídolo musical; en cualquier contexto o sitio (ciudad, campo, etc.) deseado e inaccesible para ella; transformar su imagen física (con la eliminación del acné o manchas de la piel, el uso de pelucas, estilización y adelgazamiento del cuerpo, e incluso hay quienes han cambiado el suyo por el de Shakira) y, en suma, satisfacer deseos que de otro modo no consiguen resolver. La foto eterniza el sentido lúdico de Los Quince, y al ser un medio fácil de transportar, sobre todo la digital, favorece ilimitadas formas de circulación y, por ende, una divulgación post-ceremonia que permite a la familia reafirmar su status social más allá del espacio colindante de familia, amigos y vecinos.

V. CONNOTACIONES

Unos de los efectos de la amplia circulación se advierte en el auge y la repetición en serie de fotos con similares cualidades, para referir el sentido del fenómeno “moda” -en el que la muchacha quiere retratarse igual a la amiguita o como alguna de las chicas populares de la escuela- y la demanda de algunas fotografías más que otras, así como los cambios suponen un proceso constante de renovación y actualización del fenómeno. Esto en dependencia de los gustos e inclinaciones ideológicas de las jóvenes, porque se sabe que detrás de cierta homogeneidad explícita en las fotos, hay diferenciaciones identitarias y grupales (por ejemplo, entre mikis y frikis, repas y emos, etc.). La manipulación y la operación directa sobre el cuerpo -no sólo a través de adornos y maquillajes, sino también en poses imitando artistas y a veces en la transmutación y cambio de su cuerpo por el de la artista- devienen en mecanismos efectivos de expresión y regulación de las relaciones sociales y de la identidad individual y social que esas relaciones definen.

Volviendo a la manifestación del conflicto entre lo nuevo y lo viejo, lo moderno y lo tradicional, habría que preguntarse qué significa la representación de la dama colonial y la muchacha moderna en las fotos y qué representa para las quinceañeras. ¿Qué hay detrás de un traje antiguo, una pose sexy y un fotomontaje con David Bisbal?

En un ejercicio de interpretación de fotos de Quince, algunos estudiantes (muchachas y muchachos) de noveno grado de la secundaria básica Ormani Arenado identificaron el uso del traje con “la pureza de mujer”, en otras palabras, como signo de una decencia enraizada en el puritanismo cristiano. Y así como muchas muchachas de la muestra coinciden en que se recurre a la práctica del traje y la Fiesta de Salón para incorporar y seguir la tradición del rito, otras se niegan rotundamente a esa tradición o ceden sólo para complacer la voluntad de los padres. Este es el caso de Claudia García Díaz[9]:

Mis padres fueron los de la idea de todo. Yo no quería una fiesta tan grande, ni ponerme traje, pero mis padres querían lo mejor para mí y se esforzaron mucho para que todo quedara perfecto y yo me sintiera satisfecha. [Victoria, G., b., 2008]

Lo cierto es que la fotografía de la dama colonial es construida para homenajear la historial oral, básicamente los orígenes del rito, aunque también es posible significarla como una moda/práctica clásica de la celebración. Sin embargo, la preferencia por las otras más modernas, expresada por muchas de las quinceañeras, la establece las condicionantes de la moda actual y el factor fantasía-deseos-carencias. Estas manifiestan la posibilidad de estar al día, “a la moda”; la (re)construcción de realidades foráneas o distintas y, si bien la mirada crítica anuncia el cliché antes señalado por Moya, podría asegurarse que muchas de las eróticas soplan aires de alegría, jugueteo y alabanza del cuerpo, el deseo de la muchacha por expresar sensual su sexualidad y hasta una fresca avanzadilla cultural basada en el interés de romper tabúes de viejas generaciones

Si en la época de Caridad este tipo de fotos eran impensables, pues no se contaba con la tecnología actual y, según ella, la sensualidad siempre iba acompañada de ropas (el uso de una minifalda muy corta o un escote provocativo era mucho atrevimiento), las quinceañeras de hoy se desvisten y miran a la cámara desafiantes. En suma, estas fotos representan lo que las quinceañeras y sus familiares consideran digno de ser solemnizado: a veces la tradición, a veces la idealización de las normas de conducta (la moral) de la clase dominante colonial, convenida concientemente como la representación de la decencia y la rectitud moral, o por el contrario la idea de estar al día con el ritmo moderno y los deseos de una supuesta autorrepresentación a la vanguardia. Opuestos que mantienen viva una tradición cultural antiquísima al ritmo de los deseos de modernidad en la esfera popular.

Tanto las adolescentes de la secundaria Ormani Arenado como las quinceañeras de la muestra consideran el día de Los Quince como una fecha muy especial, que justifica la diferencia de estas fotos (los modos de representación, la cantidad y el tamaño de las fotos, etc.) al resto de las otras celebraciones, así como los esfuerzos realizados por los padres para poder sufragar los gastos. Probablemente, “esfuerzo” sea la palabra más repetida cuando se va a hablar de Los Quince. El mes pasado los estudiantes de la secundaria expresaban sus preocupaciones respecto al costo de la celebración y al enorme sacrificio realizado por los padres, mientras Caridad –a punto de celebrar Los Quince de su nieta- no le impacientaba tanto los precios, como carecer del dinero ajustado para las fotos: Los Quince, refiriéndose a las fotos, son caros, pero todo es caro. La vida está muy cara.

Falta un mes y medio aproximadamente para que la nieta de Caridad cumpla sus Quince y la expresión vamos a ver continúa latente. La historia contada por la adolescente Lorena Portal Suárez (estudiante de la Ormani Arenado), al explicar su dibujo temático sobre Los Quince, puede ser sintomática de una situación semejante a la de Caridad, pero ahora narrada desde la experiencia de la nieta:

Esta era una vez una niña que desde chiquita soñaba con tener unos Quince bonitos, pero los padres eran pobres. Eran pobres y no tenían posibilidades de tirarle las fotos caras que cuestan ahora y todas las amigas hablaban delante de ella: … mi papá esto, mi mamá lo otro… me tienen no sé cuanto dinero reunido… y la niña calladita. Todo el mundo[10] celebra sus Quince y cuando llegó el día de los Quince de ella, que no se embulló porque pensó que no le iban a hacer na´… toda su familia le reunió cantidad de dinero, le hicieron tremenda fiesta y le tiraron cantidad de fotos a la niña.

V.* CONDICIONAL

Si las quinceañeras se apropian de su cuerpo para construir sus identidades, para establecer roles y para relacionarse con los otros y con el cosmos, sus fotos constituyen productos simbólicos de una complejidad extraordinaria para entender la relación entre la cultura, la cultura popular y sus vertientes. Por lo visto en las fotos y lo referido de los encuentros o entrevistas a quinceañeras de la muestra, podrían expresarse algunas conclusiones:

ü Las fotos de las damas coloniales permiten el homenaje de la historia narrada por la tradición oral.

ü Para el cubano es muy difícil salir del país, pero con el fotomontaje todo es posible: no es de extrañar la representación de una quinceañera en el Polo Norte.

ü Las aspiraciones de las chicas de ser modelo de revistas y publicidad se ven solventadas con las fotos de sus Quince, en tanto estas copian y reproducen la visualidad de las fotografías publicitarias.

ü Todo ello simbólico de que tanto el placer, la ilusión y la sensualidad, como la moral y la tradición del cubano, están sustentados sobre los pilares del sacrificio, la incertidumbre y la casualidad.

Por consiguiente, si se satisfacen aspiraciones y carencias a través de una imaginación traducida en fotos fantasiosas, la simulación y la representación de modelos de vida ajenos a los suyos y contrarios a los procurados y divulgados por las premisas (fragmento en proceso)

VI. SUB O CONTRA

El hecho de que la imagen de una joven en sus fotografías de Quince sea completamente distinta a la de la juventud ofrecida por los medios nacionales de comunicación masiva, al menos la recreada en las fotografías modernas (sobre todo en las glamour), induce el cuestionamiento siguiente: ¿la familia cubana se siente satisfecha y representada en los medios oficiales?

Al vuelo: en la visualidad de la cultura cubana convergen actualmente distintas modas y expresiones de comportamientos de la juventud, determinados por gustos musicales, formas de vestir, ideologías o cosmovisiones específicas y distintas, que permiten hablar de la existencia de varios subgrupos culturales. La televisión (y los otros mass media) no complace(n) las expectativas e intereses de los distintos subgrupos, por lo que la circulación alternativa de música, video clip, películas, revistas, etc., se convierte en el mecanismo principal para llenar algunos de esos vacíos.

Por otra parte, la familia cubana se siente atraída por lo nuevo. Y lo nuevo, en muchas ocasiones, es eso que les llega de afuera y les permite estar en conexión con el mundo, así sean cuestiones de modas, noticias o chismes de la farándula artística (estrellas del cine y la música), y por tanto con una visualidad distinta a la propuesta por los media oficiales cubanos. La escasa variedad de una oferta que no satisface las diversas demandas de los diferentes tipos de público (no sólo el de las quinceañeras) y, efectivamente, la insuficiente autorrepresentación de los públicos en dichos medios constituyen las causas fundamentales de que estos sean interpretados por la juventud (las quinceañeras y muchos otros) como símbolo de lo viejo.

Al descubrir una realidad mediática otra -diferente a la que siempre han tenido delante de sus narices-, las quinceañeras pueden dejarse llevar por la seducción, como ante la variedad de distintos sabores de helado, se impone agarrar una cuchara.

12 Noviembre/2008

Bibliografía:

Appadurai, A., 2002, Disyunción y diferencia en la economía cultural global, En: Criterios, No. 33, cuarta época, 2002, pp. 13-41.

Bourdieu, P., s.a., La “juventud” no es más que una palabra. En: Soporte Digital.

Castillo, A., S., s.a., Quince años, la edad de la ilusión. En Soporte Digital.

Geertz, C., 2004, Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura. En: Sociología de la Cultura, Tomo I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, pp.47-78.

Gutiérrez, L., M., s.a., Simbolismo, sociedad y ritualidades. Una mirada a la celebración de la quinceañera. En: Soporte Digital.

Moya, I., 2005, “¿Quinceañeras o Vampirezas?”, en: Revista Mujeres, No 4. Pág. 18. Disponible en WWW: http://www.mujeres.cubaweb.cu/

Sonneson, G. 2002, Dos modelos de la globalización. En: Criterios, No. 33, cuarta época, 2002, pp. 107-134.

Victoria, G., V., a, 2008, Entrevista realizada a Caridad Sánchez Fernández (participante de la muestra de fotos de 1960-1965) el 5 de octubre del 2008.

-------------------------------- Encuentros grupales con estudiantes de noveno grado de la Secundaria Básica Ormani Arenado en el mes de octubre del 2008.

Williams, R., 2004, Cultura. En: Sociología de la Cultura, Tomo I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, pp. 36-46

------------------------- Hacia una sociología de la cultura. En: Sociología de la Cultura, Tomo I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, pp. 79-99


[1] Tomado del documental alemán Mecaniqueros: nada es imposible en la Habana. En el argot popular de Cuba, mecánica, significa arreglar, específicamente arreglar la economía personal a través negocios callejeros.

[2] Caridad Sánchez Fernández de 58 años de edad fue entrevistada el 5 de octubre del 2008.

[3] Dato encontrado durante la investigación en la entrevista a algunas familias de las muestras.

[4] Existen diversos modos de celebrar los 15. Es muy popular la fiesta en un salón (club, cabaret, discotecas…), o la “descarga” con la familia y amigos en casa de la joven. Algunas familias, una minoría, no se interesan o rechazan este tipo de celebración, otras en cambio no pueden sufragar los gastos de una fiesta y prefieren ofrecer a la quinceañera regalos más o menos costosos en dependencia de las “necesidades” y gustos de la homenajeada (ropas, zapatos, equipos de video o de música…), incluso hay quien decide –puede- viajar y pasar una estancia en ambientes naturales agradables, o simplemente, reservar una habitación de algún hotel o centro de recreación turística de cualquier parte del país.

[5] Durante los encuentros grupales con estudiantes de noveno grado de la secundaria básica Ormani Arenado, en el mes de octubre de este año, varias muchachas y muchachos argumentaron sus gustos por este tipo de fotos en el supuesto de que en ella se representa la pureza de la mujer (pureza, decencia, delicadeza, etc.)

[6] Término utilizado por Arjun Appadurai en su ensayo Disyunción y diferencia en la economía cultural global que comprende tanto la distribución de las capacidades electrónicas de producir y diseminar información (periódicos, revistas, estaciones de televisión y estudios de producción cinematográfica), que ahora están a la disposición de un número creciente de intereses privados y públicos por todo el mundo, como las imágenes del mundo creadas por esos medias [Appadurai, A., 2002]

[7] Muchos de los paisajes, imágenes de artistas populares y escenas que ambientan algunas fotos fueron tomadas del mundo virtual. Internet no sólo es útil en la circulación de la foto, para aquellas personas que tienen acceso. Es el medio de comunicación por excelencia (aunque muy restringido) entre los familiares distantes geográficamente y el principal mecanismo moderno que mantiene viva la conexión del individuo cubano con la información global que allí circula. Así como muchas de las iconografías explotadas por las quinceañeras y sus fotógrafos en las fotos han sido extraídas de Internet, también hay Páginas Web que informan sobre la celebración en otras partes de Hispanoamérica (tanto investigaciones y artículos, como revistas de vanidades específicamente para quinceañeras) y otras que ofrecen el servicio de envío de paquetes y regalos a Cuba, incluyendo el anuncio de venta del cake como el mejor regalo para la celebración de Los Quince (http://www.envioregalos.com/)

[8] Refiero la condición de glamour de estas fotos en la cualidad de aludir la belleza del cuerpo femenino sin mostrarlo en su totalidad: como la fotografía íntima de una mujer que sugiere un ambiente sensual y delicado, insinuando las formas íntimas del cuerpo sin llegar a revelarlas.

[9] Cumplió sus quince en noviembre del 2005.

[10]Frase coloquial que utiliza para referir a las amigas de la niña de su historia.